QUITO, Ecuador, 28 de febrero de 2014 (ACNUR) – “¿Cómo me gustaría ser tratado? Con hermandad, amor, con respeto”. Eso dicen las chicas y chicos venidos desde Guayaquil, Lago Agrio, Puerto El Carmen, Ibarra, San Lorenzo, Cuenca, Quito. Los jóvenes refugiados y ecuatorianos que viven en Ecuador y que en el encuentro “Sin Fronteras” se reunieron en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito para compartir experiencias e iniciativas en torno a la integración y la convivencia.
“Al principio tenía miedo de que no entendieran por qué vine de otro país”, explica Yamileth* con acento que no revela su origen colombiano, sino más bien la década de convivencia en el sur de Ecuador. “Pero después de diez años hemos aprendido mucho, a grabar, a producir radio. Hemos aprendido virtudes”.
Yamilet, igual que Jorge, habla de su vivencia en un nuevo país, una nueva ciudad donde, después del desplazamiento forzoso que les llevó a cruzar la frontera ecuatoriana, les enfrentó a la realidad de vivir la integración como niños, como jóvenes. Pero, donde la presencia de grupos que realizan actividades de producción audiovisual, de radio, en otros casos de creación artística o comunicación para la paz, les ha ayudado a generar nuevos vínculos y redes de amistad.
Y así cuenta Jorge sobre su experiencia en la producción radial en la ciudad de Cuenca: “Yo llegué pensando negativo. Qué voy a hacer… Llegué un sábado a uno de los encuentros. Vi muchos jóvenes reunidos. Y me gustó. Porque aquí aprendemos cómo tratar a las personas”.
Mientras, Esteban*, ecuatoriano, añade. “El principal problema que enfrentan los jóvenes es la discriminación. Para ubicarles en el colegio es muy difícil. En nuestro programa de radio hablamos de eso. Para que la gente despierte, que sepa que tenemos los mismos derechos y obligaciones. Porque sabemos que desde la radio y la televisión podemos aportar a la comunidad”.
Como ellos, una treintena de jóvenes de diversos orígenes y viviendo en ciudades de todo el país, se reunieron el pasado enero para compartir en Quito enseñanzas, el arte de juntarse y compartir emociones a través del grafiti, la radio, la producción de documentales, la comunicación para la paz. Con el interés de generar un espacio de encuentro, reflexión e intercambio de experiencias de integración local de jóvenes en situación de refugio y ecuatorianos, el evento coordinado por la Fundación Ambiente y Sociedad con el apoyo de ACNUR, espera consolidar el apoyo en iniciativas de organización y participación de jóvenes conforme a sus propias dinámicas e intereses.
En palabras de Zaira y Milena, una colombiana, la otra ecuatoriana: “Queremos compartir estas prácticas y llevar este enfoque cultural como un aporte. Expresar lo que tienes en tu mente te hace sentir orgullosamente emprendedora”.
El desplazamiento y las dificultades de comunicación afectan a la población infantil y joven de manera intensa provocando deserción escolar, pérdida de capacidades, de redes de confianza. Ecuador, que acoge alrededor de 55.000 personas reconocidas como refugiados por el Estado ecuatoriano, así como a un número indeterminado de personas que podrían necesitar protección internacional, enfrenta hoy en día el reto de generar espacios de convivencia e integración para esta población joven en movilidad humana.
Como explica John Fredrikson, Representante de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, en Ecuador, “La integración local de la población refugiada en los barrios, las escuelas y colegios de acogida, pasa por miradas, soluciones integrales. Para lograrlo, estas iniciativas juveniles, nacidas desde los propios intereses de chicas y chicos ecuatorianos y refugiados, son fundamentales para construir espacios de solidaridad y oportunidades de futuro en beneficio de la propia comunidad”.
Y los cuales, además, a través de un ejercicio de auto-representación, favorecen un proceso de afirmación básico para la reconstrucción de la identidad. Identidad que, como añadía María Fernanda, “favorecen el sentirse parte del entorno que les acoge”.
“La situación se había puesto muy difícil allí y tuvimos que venir acá. En Ecuador he tenido la oportunidad de aprender cosas que no imaginaba”, asegura esta joven menuda y risueña que junto a su hermano produjo el corto Qué difícil ser perro en Monte Sinaí, un relato de amistad que retrata las duras condiciones de vida en este barrio guayaquileño. Y añade: “El día que se estrenó el documental, que vi lo que habíamos hecho, sentí emoción. Hoy me siento parte de aquí también”.
*Los nombres de los jóvenes han sido cambiados por razones de confidencialidad.
Por Sonia Aguilar en Quito, Ecuador.